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martes, 2 de septiembre de 2014

La Tartamudez (Disfemia) - ¿Cómo superarla?

la tartamudez, la disfemia
Puede que haya leído ya remedios infalibles, personas que le quieren vender su libro, un sinfín de definiciones, tratamientos mediante pastillas, así como otros remedios que llevan consigo previo pago. Sin embargo, la tartamudez (clónica, tónica o mixta) no es una causa en sí misma, sino la punta del iceberg de otros problemas adquiridos de la personalidad (siempre y cuando se deba a causas psicológicas). No obstante, en los niños pequeños, al comenzar a estructurar frases es muy normal el tartamudeo e, incluso, lo más natural. En este sentido, siempre hay que dejarles terminar lo que quieran decir y crearles un clima de confianza y tranquilidad, nunca de prisas. En muy pocos niños sigue evolucionando la tartamudez y, cuando esto pasa, suele afectar sobre todo a las personalidades más introvertidas, aquellas que no practican suficientemente el habla y, cuando ya lo hacen, son objeto de burla entre sus compañeros. El problema se agrava cuando el niño comienza a ser consciente de su problema y lo vincula con algo negativo. No le gusta cómo habla porque los demás hablan diferente y, a menudo, recibe las mofas inocentes de otros niños. La solución pasa por transmitirle serenidad, hacerle hablar en ambientes muy relajados donde inconscientemente relacione el habla con el disfrute de comunicarse (que le guste hablar), eliminando así respuestas involuntarias como la contracción de la garganta y los labios, y nunca hacer apreciaciones sobre su forma de hablar, sino sobre el contenido que cuenten.

¿Y en el caso de que la tartamudez se instale en edades más avanzadas?

Las respuestas adquiridas en la disfemia a nivel corporal son inconscientes y, por ende, involuntarias. Al estar en una situación de comunicación con otra persona es inevitable que los músculos de la boca y la garganta se tensen, así como el resto del cuerpo. El nerviosismo se apodera de nosotros y, aunque la cabeza intente transmitir serenidad, se produce un choque de trenes Cabeza-Cuerpo que detallaremos a continuación. Hasta ahora conocíamos que nuestra mente controlaba todo nuestro cuerpo, pero nada más lejos de la realidad. Las reacciones químicas que se producen en el cuerpo son señales que el cerebro interpreta y, más tarde, éste emite una respuesta sin que podamos decidir sobre ella. El hecho de hacer, por ejemplo, ejercicio, libera endorfinas en el cerebro, pero son estimuladas por el cuerpo en movimiento. La liberación de esta hormona provoca que estemos más felices y más positivos, y todo ello sin haberlo buscado concienzudamente. Se produce una respuesta ante un estímulo. Las respuestas adquiridas en las situaciones de comunicación son similares, las sustancias químicas que se vierten "alertan" al cerebro de que estamos ante una situación "mala" que ya nos ha provocado incomodidad y experiencias negativas.
Uno de los pilares fundamentales para superar la tartamudez es relacionar el proceso comunicativo con experiencias positivas. La química en las respuestas cambia poco a poco. El cerebro humano tiene una plasticidad increíble y es muy moldeable.
Cabe precisar, antes que nada, que el primer paso es aceptar la tartamudez. No es nada negativo y no hay culpas por padecerla. Nada tiene que ver que hace 5 minutos hayamos tenido una experiencia negativa al hablar, no condiciona el cómo vaya a ser ahora. El cerebro adquiere determinados patrones de conducta y, en las experiencias negativas, suele actuar con contundencia y de la forma en la que ha podido "sobrevivir". En este sentido, debemos ser conscientes de que no podemos dejar que las experiencias negativas a la hora de hablar en el pasado, condicionen las experiencias futuras que pueden sucederse. También hay que tener en cuenta que nuestro cerebro se resiste al cambio, precisamente porque hasta ahora ha logrado esa "supervivencia", así que cualquier esfuerzo que hagamos sentiremos que nuestro cerebro nos dirá "¿Por qué haces esto? No servirá de nada, no funcionó en su día y nunca lo hará". Es importante creer en uno mismo y desvincularse de todo pensamiento negativo, además de rodearnos de personas que nos envuelvan en un ambiente de confianza y tranquilo.
[Sobre este tema de la resistencia al cambio por parte de nuestro cerebro ya escribimos una entrada hace unas semanas, hablando de la ansiedad y la depresión. Puedes ver aquel artículo haciendo clic aquí.]

A continuación detallaré unas propuestas para vincular el hablar con experiencias positivas:



- Leer en voz alta todos los días repercute positivamente. Aunque no estemos delante de la persona, trabajamos la relación "hablar y escucharnos" con la posibilidad de tener "fluidez en el habla".
- La voz no sólo es la que comunica, también el cuerpo. En los gestos podemos acompañar nuestro discurso, de forma que también hablen nuestras manos y cara.
- No es conveniente huir de los bloqueos. Si en la conversación nos bloqueamos en una palabra, lo trataremos con naturalidad e incluso podemos comentarla con nuestro interlocutor: "¡a ver si me sale la palabra!, ¡esta palabra se me está resistiendo!, tomándolo con agrado y nunca como un fracaso. Lo mejor es pararse, confiar e intentarlo de nuevo el tiempo que haga falta: "¡La rosa, esa el la palabrita!". Si tartamudeamos al decirlo, esperaremos con entusiasmo la siguiente vez que podamos hablar con otra persona para "ganarle la partida" a la palabra. Hay que tomarlo como un reto, un desafío, nunca como un problema.
- La posición del cuerpo debe ser una posición de "seguridad". Quizás no lo sepa, pero andar con los hombros caídos provoca en el cuerpo determinadas sustancias químicas que hacen que el cerebro interprete que estamos mal, consecuencia: estar con poco ánimo, a veces sin saber el porqué. Las manos tampoco se deben esconder, es mejor sacarlas en la conversación con las palmas hacia arriba y utilizarlas para dar más énfasis a nuestro discurso.
- El gusto por hablar y por encontrar situaciones donde conversar debe ser la bandera de nuestras actuaciones. Hablar con otras personas supone un bonito reto para disfrutar de la comunicación, ya que definitivamente de eso se trata. Cuando tengamos una experiencia negativa, lo mejor es apartarla y tener ganas de encontrarnos en una nueva situación.
- Hablar con propiedad y seguridad en lo que decimos. Muchas veces convence más la forma en la que se dice que lo que se dice en sí mismo. La pasión es vital. Hablar con pasión en lo transmitimos, creyendo letra a letra todo lo que va saliendo de los labios. Acompañar esa pasión del movimiento corporal nos crea un ambiente de seguridad en nosotros mismos muy positivo.

Para tranquilizar al cuerpo también es muy positivo la meditación. Mediante diversas técnicas de relajación podemos vincular determinadas posiciones del cuerpo con serenidad y calma absoluta. En situaciones de comunicación, adoptar una de estas posiciones, o algún gesto que realicemos mientras meditamos, provocará que el cerebro interprete que se trata de una situación relajada. Es un procedimiento que hay que practicar muchas veces y con asiduidad. Los beneficios de la meditación son innumerables. El otro artículo de La Impresión ya hablábamos sobre los beneficios de la meditación y cómo realizarla (clic aquí).

En cualquier caso, siempre es recomendable la ayuda de un psicólogo, puesto que será él quien estudie qué problemas subyacentes existen en la personalidad. A veces algunos problemas ya se superaron, pero la consecuencia (la tartamudez) permanece como una respuesta involuntaria adquirida. En otras ocasiones, sin embargo, esos problemas aún no han desaparecido y es preciso estudiarlos y corregirlos, por lo que un profesional será el que determine e individualice la situación del paciente.

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