Y decía aquel joven, soñador e ingenuo, que la introducción de las máquinas nos haría trabajar menos, o, al menos, vivir mejor, y que el progreso nos haría educar la solidaridad y el trato equitativo como humanos. Conforme las grandes fortunas aumentaban, y la pobreza se incrementaba en detrimento del sentido común, su ilusión desaparecía. El sistema terminó por absorber su rebeldía y reducirla a cenizas calladas.
La alienación es el proceso por el cual el oprimido acepta inconscientemente su condición y se somete al sistema planteado por los opresores, es también llamado la manipulación de masas. Supongamos que un estado democrático, por ejemplo, pueda haber una dictadura encubierta. El proceso de alienación haría que todos los ciudadanos creyesen en su aparente libertad, en el poder de su voto y en su soberanía, a través de instituciones como la escuela, las campañas políticas, la prensa y la más oculta y difícil de cambiar: la costumbre y la tradición.
Aseguraba Victor Hugo (1802-1885) que los oprimidos (el pueblo) han aceptado su condición de serlo a manos de los opresores (quienes les gobiernan), en la cual existe una participación y solidaridad vergonzosa entre ambos. Sin embargo, muchos sociólogos dudan de que el pueblo sea consciente realmente de su opresión. Sostienen que las tiranías hacen que el oprimido no se dé cuenta de su condición y apruebe la usurpación de sus derechos en un mecanismo de aparente razón y legitimidad. Karl Marx (1818-1883) usaba esta realidad desde la óptica comunista, donde defendía una lucha de clases para recuperar los derechos de la clase proletaria (los trabajadores) contra la dictadura que habían implantado las élites privilegiadas.
La revolución francesa, a través de movimientos sociales que aspiraban a un sistema más justo que pudiera tener ascensión social, colonizaron el Estado dando origen a una nueva clase social: la burguesía o clase media.
¿Capitalismo como sistema? ¿De qué manera se distribuye la riqueza?
Parece una evidencia a todas luces que, aquel que haya trabajado y apostado por un proyecto empresarial merece, en primera instancia, una mayor consideración que aquellos que no hayan aportado nada ni estén dispuestos siquiera a intentarlo. El capitalismo premia el esfuerzo y ofrece la posibilidad de generar más ingresos conforme haya un mayor número de ventas o servicios en el negocio. Es una meritocracia donde la capacidad de emprender y desenvolverse en el mundo laboral puede reportar el éxito esperado. No obstante, en esta teoría no se tienen en cuenta mucho aspectos que condicionan la "ascensión social", el más grande de ellos: la educación.
La educación siempre ha sido una de las grandes bazas para hacer posible el adoctrinamiento. Desde la infancia, el individuo contempla un mundo que no pone en tela de juicio, tal y como se lo explican sus familiares, profesores e iguales. El proceso de adquisición de hábitos y comportamientos, y el desarrollo de los mismos, está condicionado a la importancia que tenga en el seno primordialmente familiar. Por esta razón, unos padres que no creen en el estudio y apuestan por el trabajo prematuro del menor condicionan la forma que tiene éste de ver la vida, en tanto que en muy raras ocasiones puede decidir con madurez y contraste las decisiones que le atañen. El hecho de no conocer algo supone ignorarlo y creer que no existe, por tanto, el hecho de que el menor no haya conocido su potencial puede determinar que él mismo crea que no lo tiene y que nunca podrá alcanzarlo. Por otro lado, la escuela, lejos de lo que pudiera parecer, no permite que haya una igualdad de oportunidades, sino que contribuye a reproducir las desigualdades existentes entre las diferentes familias. Materializando lo anterior en un ejemplo, un chico que tiene una familia de clase socio-cultural baja tiene serias dificultades para pedir ayuda en cursos más avanzados a sus padres, tiene un vocabulario más pobre por desconocimiento [más información teoría del lenguaje de Bernstein], tiene adquiridos hábitos menos propensos al estudio y/o aplica menos estrategias educativas, siente desubicación y falta de pertenencia a los grupos de estudiantes más exitosos y tiene más dificultades para acceder a programas de idiomas, excursiones a otros países, colegios que apuesten por enseñanzas más individualizadas, academias, así como un largo etcétera. Todo ello se corrobora en exámenes donde se califica, que no evalúa, más que la capacidad del menor, el grado de ayuda e inculcación de conocimientos y valores que han tenido los padres con él [más información clic aquí]. En el tintero, y una vez detectado el problema, queda conocer si el mecanismo y las funciones de las instituciones educativas son conocidas y secundadas por los gobernantes de forma premeditada.
En estadística, poniendo a España como ejemplo, sólo el 20-25% de los sujetos pertenecientes a familias de clase cultural y socio-económica media-baja superan a sus padres en estudios, y un porcentaje mucho menor accederá a estudios universitarios [Datos de ElPaís]. Todo lo contrario sucede para los hijos de familias de clase socio-económica y cultural media-alta.
Para mejorar la educación hay que educar también a la sociedad.
Dirigiendo la mirada de nuevo al sistema capitalista instaurado, conocemos que la mitad de la riqueza total mundial queda en manos del 1% de la población. El poder de esta élite es tan preocupante que puede influir en las leyes dictadas desde los gobiernos de los diferentes países del mundo, presionando para que se lleven a cabo diversas medidas legislativas que les beneficien. A los grupos de poder que pretenden influir en las decisiones de la Administración Pública se les denomina "lobbies" [Puedes ver el artículo: ¿Quiénes manejan el mundo? - El poder de los "lobbies"]. Sumergidos aún en una crisis que parece no tener fin, apodada ya como "La Gran Recesión", sólo en España ha aumentado desde entonces un 27% el número de ricos y 12% en Europa, mientras que 1 de cada 5 habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza.
Este sistema capitalista, mientras el "pobre" ha podido cobrar lo suficiente para tener propiedades como casa y coche, y el rico aumentar mucho más sus riquezas, era bien contemplado por todos. Sin embargo, una vez que el rico sigue ganando y el pobre deja de tener beneficio, como en la aparición de una crisis, es cuando el oprimido comienza a cuestionar el sistema opresor en el que ha estado cómodo y en el que incluso ha sido cómplice. Es probable, como decía Napoleón, que "a la mayor parte de los que no quieren ser oprimidos no les disgustaría ser opresores", porque, quizás lamentablemente, vaya en la imperfecta naturaleza humana.
En el extremo contrario encontramos un sistema diferente, pero no con menos inconvenientes, al menos cuando hablamos de historia. Se trata de un sistema igualitario, donde la riqueza pueda distribuirse equitativamente, en el que exista un sistema de servicios públicos garantizado, donde el Estado tenga el poder de controlar los sectores estratégicos para evitar las malas prácticas de posibles élites privilegiadas, en el cual no exista la propiedad privada y no existan las clases sociales. Se trata del comunismo. Cualquier sistema puede desquebrajarse y no estar exento de dictaduras y alienaciones encubiertas. La mala prensa histórica del comunismo y la consecuencias actuales, y ruinosas futuras, que tiene el capitalismo, sitúan al ser humano en una compleja decisión sobre qué tipo de sistema crear e implantar para evitar el desastre. En la actualidad, el ecologismo parece ser una salida que pone un poco de cordura a la acción humana desde todos los ámbitos de la vida, queda conocer si ese 1% y el inmenso poder que atesoran podrá conseguir perpetuar su sistema o sucumbirá ante una posible revuelta popular.
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